Patmos,
una isla árida y rocosa del mar Egeo… para el siervo de Dios esa lóbrega
residencia llegó a ser la puerta del cielo… En los primeros años sus ojos
habían sido alegrados por el panorama de colinas cubiertas de bosques, verdes
valles, y llanuras fructíferas; y en todas las hermosuras de la naturaleza se
había deleitado en descubrir la sabiduría y el poder del Creador…. Allí,
alejado de las bulliciosas actividades de la vida, y de sus intensas labores de
años anteriores, disfrutó de la compañía de Dios, de Cristo y de los ángeles
del cielo, y de ellos recibió instrucciones para guiar a la iglesia de todo
tiempo futuro… Allí escribió las visiones que recibió de Dios… para que fuera
anunciando el seguro propósito del Señor acerca de cada nación de la tierra.
¡Cuán
ciego y sin sentido es el orgullo humano! Observe el hombre alguna vez la
gloria del cielo en las horas de la noche… y mire hacia arriba los cielos
estrellados, y aprenda a humillar su orgulloso espíritu en la presencia del
Infinito…
En
la experiencia que adquirió el apóstol Juan bajo la persecución, hay una
lección de maravilloso poder y ánimo para el cristiano. Dios no impide las
conspiraciones de los hombres perversos, sino que hace que sus ardides obren
para bien a los que en la prueba y el conflicto mantienen su fe y lealtad. A
menudo los obreros evangélicos realizan su trabajo en medio de tormentas y
persecución, amarga oposición e injusto oprobio. En momentos tales recuerden
que la experiencia que se adquiere en el horno de la prueba y aflicción vale
todo el dolor que costó. Así Dios acerca a sus hijos a sí mismo, para poder
mostrarles sus debilidades en contraste con su fortaleza. Les enseña a apoyarse
en él. Así los prepara para afrontar emergencias, para ocupar puestos de
confianza, y para cumplir el gran propósito para el cual les concedió sus
poderes.
En
todos los tiempos los testigos señalados por Dios se han expuesto al vituperio
y la persecución por amor a la verdad. José fue calumniado y perseguido porque
mantuvo su virtud e integridad. David, el mensajero escogido de Dios, fue
perseguido por sus enemigos como una fiera. Daniel fue echado al foso de los
leones porque se mantuvo fiel al cielo. Job fue privado de sus posesiones
terrenales y estuvo tan enfermo que le aborrecieron sus parientes y amigos;
pero aun así mantuvo su integridad. Jeremías no pudo ser disuadido de decir las
palabras que Dios le había ordenado hablar; y su testimonio enfureció tanto al
rey y a los príncipes que le echaron en una inmunda mazmorra.
Jesús
no presentó a sus seguidores la esperanza de alcanzar gloria y riquezas
terrenas ni de vivir una vida libre de pruebas. Al contrario, los llamó a
seguirle en el camino de la abnegación y el vituperio.
Así
será con todos los que deseen vivir píamente en Cristo Jesús. Persecuciones y
vituperios esperan a todos los que estén dominados por el espíritu de Cristo.
En
toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la
perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos
impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de fe.
Cristo
no nos ha prometido ayuda para llevar hoy las cargas de mañana. Ha dicho;
“Bástate mi gracia” (2 Corintios 12; 9); pero su gracia se da diariamente, así
como el maná en el desierto, para la necesidad diaria. Solamente un día es
nuestro, y en el hemos de vivir para Dios.
El
verdadero seguidor de Cristo no debería desmayar al recibir reproches…
Cuando
creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de
acongojarnos por el futuro…. desaparecerán todos nuestros tormentos y
dificultades; nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.
El
día del Señor mencionado por Juan era el sábado, el día en el cual Jehová
descansó de su gran obra de creación, el que él bendijo y santificó porque
había descansado en él. El sábado fue tan sagradamente observado por Juan en la
isla de Patmos como cuando estaba entre el pueblo, predicando en ese día… La
ley de Jehová no podía ser cambiada, y las tablas en las cuales él escribió la
ley eran de sólida piedra, lo cual simbolizaba la inmutabilidad de sus
preceptos.
Juan
estaba, por así decirlo, a solas con Dios. Al aprender más del carácter divino,
por medio de las obras de la creación, su reverencia hacia Dios aumentaba… No
es algo liviano pecar contra Dios: erigir la perversa voluntad del hombre en
oposición a la voluntad de su Hacedor. Conviene a los mejores intereses de los
hombres, aun en este mundo, obedecer los mandamientos de Dios.
De
repente su meditación se detiene; alguien le habla en tonos distintos y claros.
Se da vuelta para ver de dónde viene la voz, y he aquí ¡contempla a su Señor, a
quien él ha amado, con quien ha caminado y ha hablado, y cuyo sufrimiento sobre
la cruz ha presenciado! ¡Pero cuán cambiada es la apariencia del Salvador! Ya
no es “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Isaías 53:3.
Al
discípulo amado le fueron concedidos privilegios que raramente conocieron otros
mortales…. se había asimilado tan estrechamente con el carácter de Cristo, que
el orgullo no encontró lugar en su corazón. Su humildad no consistía en una
mera profesión; era una gracia que lo cubría tan naturalmente como un vestido.
Siempre trataba de esconder sus propios actos justos, e impedir cualquier cosa
que pudiera atraer la atención a sí mismo. En su Evangelio, Juan menciona al
discípulo al cual Jesús amó, pero esconde el hecho de que el discípulo así
honrado era él mismo. Su conducta era carente de egoísmo. En su vida cotidiana
enseñaba y practicaba la caridad en el sentido más pleno. Tenía un alto
concepto del amor que debe existir entre los hermanos naturales y los hermanos
cristianos. Presenta e insiste en la práctica de este amor como una
característica esencial de los seguidores de Jesús. Sin la presencia de esta
caridad, todas las pretensiones de llevar el nombre de cristianos son vanas.
Juan
era un maestro de la santidad práctica. Presenta reglas inequívocas para la
conducta de los cristianos. Deben ser puros de corazón, correctos en sus
maneras. En ningún caso deben estar satisfechos con una profesión vacía. Declara
con términos inequívocos que ser cristiano es ser semejante a Cristo.
La
vida de Juan era una vida de esfuerzo ferviente para conformarse con la voluntad
de Dios… tenía un sentido tal de la pureza y la exaltada santidad de Cristo,
que su propio carácter aparecía, en contraste, excesivamente defectuoso. Y
cuando Jesús en su cuerpo glorificado, le apareció a Juan, fue suficiente una
vislumbre de su gloria para que el apóstol cayera como muerto.
Tales
serán siempre los sentimientos de aquellos que conocen mejor a su Señor y
Maestro. Cuanto más de cerca contemplan la vida y el carácter de Jesús, más
profundamente sentirán su propia pecaminosidad, y tanto menos estarán
dispuestos a pretender santidad de corazón, o a jactarse de su santificación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario