06 enero 2019

LECCIÓN 2 Para el 12 de enero En medio de los candelabros



Patmos, una isla árida y rocosa del mar Egeo… para el siervo de Dios esa lóbrega residencia llegó a ser la puerta del cielo… En los primeros años sus ojos habían sido alegrados por el panorama de colinas cubiertas de bosques, verdes valles, y llanuras fructíferas; y en todas las hermosuras de la naturaleza se había deleitado en descubrir la sabiduría y el poder del Creador…. Allí, alejado de las bulliciosas actividades de la vida, y de sus intensas labores de años anteriores, disfrutó de la compañía de Dios, de Cristo y de los ángeles del cielo, y de ellos recibió instrucciones para guiar a la iglesia de todo tiempo futuro… Allí escribió las visiones que recibió de Dios… para que fuera anunciando el seguro propósito del Señor acerca de cada nación de la tierra.
¡Cuán ciego y sin sentido es el orgullo humano! Observe el hombre alguna vez la gloria del cielo en las horas de la noche… y mire hacia arriba los cielos estrellados, y aprenda a humillar su orgulloso espíritu en la presencia del Infinito…

En la experiencia que adquirió el apóstol Juan bajo la persecución, hay una lección de maravilloso poder y ánimo para el cristiano. Dios no impide las conspiraciones de los hombres perversos, sino que hace que sus ardides obren para bien a los que en la prueba y el conflicto mantienen su fe y lealtad. A menudo los obreros evangélicos realizan su trabajo en medio de tormentas y persecución, amarga oposición e injusto oprobio. En momentos tales recuerden que la experiencia que se adquiere en el horno de la prueba y aflicción vale todo el dolor que costó. Así Dios acerca a sus hijos a sí mismo, para poder mostrarles sus debilidades en contraste con su fortaleza. Les enseña a apoyarse en él. Así los prepara para afrontar emergencias, para ocupar puestos de confianza, y para cumplir el gran propósito para el cual les concedió sus poderes.

En todos los tiempos los testigos señalados por Dios se han expuesto al vituperio y la persecución por amor a la verdad. José fue calumniado y perseguido porque mantuvo su virtud e integridad. David, el mensajero escogido de Dios, fue perseguido por sus enemigos como una fiera. Daniel fue echado al foso de los leones porque se mantuvo fiel al cielo. Job fue privado de sus posesiones terrenales y estuvo tan enfermo que le aborrecieron sus parientes y amigos; pero aun así mantuvo su integridad. Jeremías no pudo ser disuadido de decir las palabras que Dios le había ordenado hablar; y su testimonio enfureció tanto al rey y a los príncipes que le echaron en una inmunda mazmorra.

Jesús no presentó a sus seguidores la esperanza de alcanzar gloria y riquezas terrenas ni de vivir una vida libre de pruebas. Al contrario, los llamó a seguirle en el camino de la abnegación y el vituperio.

Así será con todos los que deseen vivir píamente en Cristo Jesús. Persecuciones y vituperios esperan a todos los que estén dominados por el espíritu de Cristo.
En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de fe.

Cristo no nos ha prometido ayuda para llevar hoy las cargas de mañana. Ha dicho; “Bástate mi gracia” (2 Corintios 12; 9); pero su gracia se da diariamente, así como el maná en el desierto, para la necesidad diaria. Solamente un día es nuestro, y en el hemos de vivir para Dios.

El verdadero seguidor de Cristo no debería desmayar al recibir reproches… 
Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro…. desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.

El día del Señor mencionado por Juan era el sábado, el día en el cual Jehová descansó de su gran obra de creación, el que él bendijo y santificó porque había descansado en él. El sábado fue tan sagradamente observado por Juan en la isla de Patmos como cuando estaba entre el pueblo, predicando en ese día… La ley de Jehová no podía ser cambiada, y las tablas en las cuales él escribió la ley eran de sólida piedra, lo cual simbolizaba la inmutabilidad de sus preceptos.

Juan estaba, por así decirlo, a solas con Dios. Al aprender más del carácter divino, por medio de las obras de la creación, su reverencia hacia Dios aumentaba… No es algo liviano pecar contra Dios: erigir la perversa voluntad del hombre en oposición a la voluntad de su Hacedor. Conviene a los mejores intereses de los hombres, aun en este mundo, obedecer los mandamientos de Dios.

De repente su meditación se detiene; alguien le habla en tonos distintos y claros. Se da vuelta para ver de dónde viene la voz, y he aquí ¡contempla a su Señor, a quien él ha amado, con quien ha caminado y ha hablado, y cuyo sufrimiento sobre la cruz ha presenciado! ¡Pero cuán cambiada es la apariencia del Salvador! Ya no es “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Isaías 53:3.

Al discípulo amado le fueron concedidos privilegios que raramente conocieron otros mortales…. se había asimilado tan estrechamente con el carácter de Cristo, que el orgullo no encontró lugar en su corazón. Su humildad no consistía en una mera profesión; era una gracia que lo cubría tan naturalmente como un vestido. Siempre trataba de esconder sus propios actos justos, e impedir cualquier cosa que pudiera atraer la atención a sí mismo. En su Evangelio, Juan menciona al discípulo al cual Jesús amó, pero esconde el hecho de que el discípulo así honrado era él mismo. Su conducta era carente de egoísmo. En su vida cotidiana enseñaba y practicaba la caridad en el sentido más pleno. Tenía un alto concepto del amor que debe existir entre los hermanos naturales y los hermanos cristianos. Presenta e insiste en la práctica de este amor como una característica esencial de los seguidores de Jesús. Sin la presencia de esta caridad, todas las pretensiones de llevar el nombre de cristianos son vanas.

Juan era un maestro de la santidad práctica. Presenta reglas inequívocas para la conducta de los cristianos. Deben ser puros de corazón, correctos en sus maneras. En ningún caso deben estar satisfechos con una profesión vacía. Declara con términos inequívocos que ser cristiano es ser semejante a Cristo.

La vida de Juan era una vida de esfuerzo ferviente para conformarse con la voluntad de Dios… tenía un sentido tal de la pureza y la exaltada santidad de Cristo, que su propio carácter aparecía, en contraste, excesivamente defectuoso. Y cuando Jesús en su cuerpo glorificado, le apareció a Juan, fue suficiente una vislumbre de su gloria para que el apóstol cayera como muerto.

Tales serán siempre los sentimientos de aquellos que conocen mejor a su Señor y Maestro. Cuanto más de cerca contemplan la vida y el carácter de Jesús, más profundamente sentirán su propia pecaminosidad, y tanto menos estarán dispuestos a pretender santidad de corazón, o a jactarse de su santificación.  

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